Femicidio y otros cuentos - Ariel Díaz

“…Para luego, después de la ardua faena, asilarse en el alcohol, brindar, charlatanear, y una vez obnubilado por el efecto de este, descargar la rabia acumulada durante generaciones, víctimas todas, del mismo trato inhumano, indecente,  de siglos de varillazos, de desesperanza, de impunidad, de ocultar la sonrisa desde edad temprana producto de un par de dientes que no están, que se han caído a causa de la mal nutrición, del nulo higiene, construyendo rostros duros, tristes, reacios a la carcajada en periodo de sobriedad. Y ante esta vorágine de laceraciones que castigan al corazón y mutilan la autoestma, es inexistente el amor a sí mismo, entonces, y cómo no, se maquilla la pena y es vergonzoso llorar, sobre todo si se es hombre, se atora para siempre en la garganta una piedra y salta ante la más mínima provocación, el odio, el fúnebre recuerdo, y vienen los golpes, la violencia, la ira negra, descargándose unos contra otros como perros salvajes, parecidos a demonios que se dan de cabezazos por puro placer”.